Cualquiera que tenga lel valor de leerme se figurará que para hacer los articulillos que escribo he de revisar bastantes crónicas antiguas, las mayorías son notas aburridas dando el resultado y un somero resumen de lo acontecido, pero a principios de siglo hay un autor con el que disfruto mucho por que sus crónicas son muy divertidas, te cuentan muy bien la jornada y dejan ver mucho más de lo que parece, son una auténtica delicia, su autor es ni más ni menos que el Ilustrísimo Vizconde de Caireles.
Una primera busqueda nos muestra que este autor escribió un libro llamado el Almanaque del buen tono, se editó entre los años 1902 a 1904, escrito por el vizconde y otros distinguidos escritores, ahondando un poco nos damos cuenta de que el vizconde no existe y que es un seudónimo del autor humorístico Juan Pérez de Zúñiga, muy popular en su época,que participó en más de 1000 publicaciones cómicas y festivas
El autor nació en la Calle Toledo de Madrid en 1860 en el seno de una familia acomodada, sus primeros pasos fueron en el mundo de la música, pero pronto con 16 años publicó su primer relato “Las ligas de mi abuela. Novela de buenas costumbres” que le sirvió para trabajar en la revista Madrid Cómico, tuvo como protector al autor Manuel Aza, que hizo pasar como suya una obra de teatro justo hasta que se aseguró de su estreno para darle una oportunidad.
En 1882 obtiene la licenciatura de derecho y empieza a trabajar en el Ministerio de ultramar, la desaparición de las colonias provoca su cesantía durante 7 años y estos años de apuros económicos provocan su más fecunda actividad literaria. Colabora con numerosas publicaciones con sus divertidos relatos bajo numerosos seudónimos destacando el de Artagnan.
Copio de la Wikipedia un breve resumen de su estilo y obras, ya que apenas he leído sus artículos hípicos y no estoy preparado para ello
Algunas de sus joyas literarias son Zuñigadas o Amantes célebres puestos en solfa. En ellos demuestra la facilidad para la burla y la parodia, que desarrolla también en sus composiciones líricas y en algunos de sus textos teatrales, bien en los que haya colaborado, como en La romería del Halcón y Los de la burra, bien en los de creación individual, más escasos, como Descanso dominical o Muerte y dulzura o El merengue triste.
Dueño de una gran vis cómica y de facilísimo ingenio, fue un versificador extraordinario. Se calculan en más de veinte mil sus poesías festivas escritas y publicadas. Pasan de cincuenta sus obras teatrales y de treinta los volúmenes dedicados a una producción varia, muchos de ellos ilustrados por Joaquin Xaudaró o Garrido. La gran mayoría de sus obras contaron con varias reimpresiones y ediciones. En la escena obtuvo muchos éxitos.
En cuanto a su prosa, destacan especialmente sus Viajes Morrocotudos, 2 vols. (que ha pasado de las diez ediciones), su Arte de hacer curas, Seis días fuera del mundo. Viaje involuntario y el Relato humorístico. Utilizó la jitanjáfora, una especie de poema en que las palabras no significan nada. En 1935 publicó sus memorias con el título de El placer de recordar. Algunas de las cosas ocurridas al autor o conocidas por él en medio siglo de vida literaria... Y de la otra. La editorial Renacimiento editó sus obras completas en los años veinte del siglo pasado en varios tomos.
Falleció tristemente en 1938 en penosas circunstancias, ya que murió de hambre, el autor dejó esta nota escrita que fue publicada por ABC unos días después:
“Pensé morir algún día partido por un camión o por una indigestión o por una pulmonía. Pero venir a quedar convertido en un fiambre, por la metralla o el hambre, ¡Nunca lo pude pensar! (En su nota tacha ¡quién lo había de pensar! y lo sustituye por ¡nunca lo pude pensar!”
Indudablemente le gustaban las carreras de caballos, escribía unas crónicas muy divertidas y frívolas, que siempre tenían una estructura parecida: llega al hipódromo, se encuentra con algún amigo, normalmente un marques o conde y desmenuzan la jornada, las carreras, a los ilustres visitantes etc., en estas ligeras conversaciones muestra un sincero interés y gran conocimiento del mundo turfísticos, en una primera lectura parecen crónicas intrascendentes, pero cuenta mucho más de lo que a simple vista parece, es muchas veces crítico con la situación, apunta los fallos que detecta y desliza opiniones muy fuera del común lisonjeo del resto de las publicaciones, es un auténtico placer leerle.
En Madrid tiene dedicada una calle recordando su memoria.
Estoy a la caza de su autobiografía a ve si cuenta algo de las carreras de caballos, si es así ya os enterareis por aquí.